viernes, 4 de noviembre de 2011

Que sí, que sí. Que es una estafa cultural.

Leo un diario como a mí me gusta, empezando por la última página que suele contener la noticia más interesante: Cuenta que una empleada de limpieza, de no se qué museo inglés, o sueco, ha raspado una mancha de cal de una espuerta que a su vez descansaba bajo un armatoste de maderas en el centro de una sala. La limpiadora ignoraba que se estaba cargando una obra de arte de un cotizado artista que resultaba ser además una de las piezas más importantes del museo. Y viene foto de la escultura tal y como estaba antes del "atentado".
Mi intuición periodista me pone en alerta sobre la posibilidad de que se trate de una noticia de marketing, es decir, dedicada más a dar notoriedad al museo (para atraer visitas), que a reflejar un hecho noticiable, que quizás no se haya producido o se haya exagerado intencionalmente.
Además, la escultura es un bodrio, una estafa cultural. Es decir, no vale la pena, ni verla, ni pagar por su propiedad, ni exponerla como valiosa. Necesita ser explicada para ser comprendida. No se entiende. Su mensaje, si es que lo tiene, que lo dudo, es... ¿aleatorio?. La estética, si es que incorpora el más mínimo sentido estético, no la critico, porque me dicen mis antepasados que el libro de los gustos tiene sus páginas en blanco. Pero a mí particularmente me gusta más una gallina picando maíz en un huerto gallego.
¿Soy inculto?. Puede que sí. Desde la perspectiva del autor, el director del museo y el político o empresario que les paga, seguramente soy muy inculto. Quizá poco formado para apreciar lo que a ellos les emociona, pero, desde mi posición en el entorno donde vivo, ese "arte" en un inmenso y gigantesto indicio de la decadencia social, económica y moral en la que nuestra sociedad se encuentra. Nada más. Un bodrio, repito, propio de un entorno creativamente agotado, en el que la imaginación no consiste en descubrir nuevas realidades sino en reelaborar las existentes.
Agradezco a la señora de la limpieza que con su supuesta desinformación artística ponga de manifiesto la estupidez de los intelectuales que padecemos. Por sospechar, no me extrañaría que la tal limpiadora sea en realidad una activista de algún grupo conservador (según los artistas modernos, movimientos retrógrados) cuya estrategia sea precisamente denunciar con el ejemplo en qué se malgasta un tiempo y dinero que hace mucha falta en otros sitios.

 Arbolcom.

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