viernes, 23 de septiembre de 2011

Desahucio sí, deshaucio no.

Los indignados (algunos, no todos) se oponen violentamente a los desahucios. Pero ojo: hay desahucios justos frente a los que no cabe, legítimamente, oponerse. Y además, el uso de la violencia en democracia es patrimonio de los minoritarios prepotentes.

Luego, los indignados han matizado: se oponen a los desahucios injustos. ¡Vaya! ¿Entonces para que están los jueces? Da la impresión de que los indignados (algunos, no todos) se arrogan la potestad de corregir a uno de los poderes constitucionalmente establecidos.

Más tarde se ha dicho que los desahucios perseguibles por los indignados eran los que afectaban a las clases humildes. Y se plantea otra duda. ¿Cómo se mide el grado de humildad?

Un par de semanas ha costado que los indignados (algunos, no todos) clarifiquen que se niegan a soportar desahucios por impago (los desahucios por destrozar el piso o tenerlo realquilado a inmigrantes sí valen) cuando el inquilino ha perdido el empleo.

Madre mía. ¿Cómo se come eso? El movimiento revolucionario comenzado el 15M se ha metido en un berenjenal del que no sabe salir. Es cierto que los inquilinos desahuciados no son responsables de la crisis económica, ¿pero es que acaso todos los propietarios de vivienda sí son culpables de ella?

Lo que los indignados tenían que haber defendido, desde esa maravillosa utopía revolucionaria que predican, es que cuando una persona no tenga donde vivir (sea inquilino o no) los bancos, los millonarios, el Gobierno o la Iglesia, le pongan un piso.

Eso sí que es poner el dedo en la llaga. Con esa estrategia (u otra parecida) se señala a los culpables de la crisis, se apoya al necesitado de vivienda, y se ofrece una solución ejecutable.

Porque con todo el respeto, los indignados (algunos, no todos) que se oponen a los desahucios están deslegitimando, con esa estrategia confusa y equivocada, a los propietarios de viviendas y, al mismo tiempo, asumen sin crítica el coste abusivo de la vivienda, que es el verdadero problema que impide a las clases humildes (sean quien sean) acceder o mantener la digna condición de domiciliados.

Arbolcom.
P.E. Acabo de ver una "manifa" de indignados en la TV. Una pancarta decía: "Que la hipoteca deje de ser negocio". Por fin una propuesta sensata. Les ha costado casi tres meses.

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