(El alcalde de Marinaleda y parlamentario de IU en Andalucía, Sánchez Gordillo, liderando un grupo de sindicalistas, asalta un supermercado y coordina el presunto robo de alimentos. Su objetivo es demostrar la situación límite en la que viven una vez más los jornaleros)
Yo no hubiera asaltado un supermercado. Yo hubiera “okupado” un piso, alguno propiedad de un Banco de donde fueron expulsados sus dueños por no pagar la hipoteca. Y esperaría a que la Policía me sacara por la fuerza.
Aquí, alcalde “Gordillo”, hay cuatro violencias distintas y subrayadas: La de los maderos, la de los okupas, la del Banco, y la de los robaleches.
¿Cuáles son legales? La de los policías y la del Banco.
¿Cuáles son legítimas? Las cuatro. Sí, señores. Las cuatro pueden ser legítimas.
Los agentes recomponen el orden social. El banco expropia por la fuerza que le concede la ley. Los okupas exigen que la administración cumpla lo que dice la constitución. Y los hambrientos tienen la excusa del estado de necesidad.
Esa es la lección desperdiciada por el alcalde ignorante, comunista trasnochado, fanfarrón jornalero y bocazas paniaguado. El “Gordillo” ese, que es buen ejemplo de la “colección de tontos” que nos gobiernan, según ha dicho acertadamente el escritor Antonio Gala, ha perdido una oportunidad de oro para llevar a los tribunales el pleito más revolucionario desde que la novela titulada “Michael Kohlhaas” puso de manifiesto que el poder público puede ser legítimamente violentado (o sea, con una guerra o un golpe de estado) cuando no es capaz de ejercer con Justicia.
Ojalá fuera yo el abogado. Porque allí frente a un tribunal, en parte pagado por los Presupuestos Generales del Estado y en parte corrompido por las prebendas del capitalismo clasista español, diría:
“Señorías: Todos usan la fuerza. Unos autorizados por la ley, y otros no. Pero los que no están autorizados, entran por necesidad de alimento, techo o Justicia cuya satisfacción la Constitución y el Sentido Común reconocen como garantía de la convivencia en paz. La violencia es la respuesta civil y popular autorizada tácitamente ante el incumplimiento del estado del bienestar.”
Y tras ese argumento, todos hubieran tenido clara una cosa: Cuando se reparten “guantás” no se sabe a quién les llegan. Lo mismo la recibe la cajera de un supermercado que un presidente del Gobierno.
No podemos olvidar que la violencia, pacífica o no, legítima, justificada, popular, mayoritaria, es y será un método básico para evitar el abuso ilegítimo de los violentos. Incluso Cristo dijo aquello de poner la segunda mejilla, pero después recomendó el puñetazo libre, libertario y liberador. Ghandi, mi perro y el vecino del quinto me preceden en la defensa de esta tesis. El "Gordillo" ni la entiende.
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